
El Dolor Crónico
El dolor crónico, o puntual, tiene un componente totalmente subjetivo. Sólo podemos medir el dolor a través de la interpretación que realiza la persona y por las conductas de afrontamiento que desarrolla ante el mismo. Cuando se produce una reacción dolorosa en respuesta a una lesión o enfermedad, se origina una reacción defensiva de tensión muscular y una reacción de estrés ante la percepción de amenaza que produce el dolor, originando un círculo de dolor-tensión-dolor.
El dolor pasa a ser tanto el origen como una respuesta de tensión muscular. El miedo asociado al dolor hace que disminuyamos nuestra movilidad y las relaciones sociales, con lo que nuestra entrada de estímulos positivos se disminuye e incrementa nuestra atención hacia la percepción de dolor y tensión. A su vez sabemos que los distintos pensamientos, expectativas y creencias, que tiene una persona influyen en su estado de ánimo, afectan a los procesos fisiológicos que se desarrollan en su organismo, producen consecuencias sociales y condicionan su comportamiento. El lenguaje interno que tiene una persona acerca de su dolor, puede incrementarlo diciendo “cada vez me duele más”, “esto es insoportable” o puede cambiarlo por autoinstrucciones positivas que le ayuden a soportar, disminuir o incluso hacer desaparecer el dolor. Expresiones como “estoy mejorando”, “cada vez me duele menos”, etc. son principios de analgesia en nuestro cerebro y fomentan una actitud positiva ante la dificultad.
Me especializo en terapias individuales y grupales (fibromialgia y enfermedades reumáticas) de atención al dolor crónico. Los tratamiento se basan en conocer la relación entre la mente y el cuerpo. Al saber cómo funciona nuestro cerebro y cómo influyen el diálogo interno y los mecanismos inconscientes sobre nuestro cuerpo, podemos empezar a influenciar de forma consciente la percepción del dolor. Entre las principales técnicas que utilizo en los grupos de terapia, podemos encontrar:

Los estudios de la terapia psicológica del dolor han demostrado su eficacia en dolores osteoarticulares (artritis, lesiones musculares, dolores de espalda), cáncer, migrañas y cefaleas, entre otros. El número medio de sesiones es de diez, con un mantenimiento de la mejoría de seis meses o vitalicio mientras se sigan practicando los ejercicios. No tiene efectos secundarios no deseados y supone un enriquecimiento en todas las áreas vitales de la persona puesto que se aprenden conductas de afrontamiento ante la dificultad que se pueden utilizar ante otras situaciones vitales
estresantes.